top of page

Cómo salir de casa por las mañanas… ¡sin llegar tarde!

 

Establecimiento de rutinas en nuestros hijos

 

How to get out of the house in the mornings… ¡without being late!

 

 

 

Me considero una persona capaz: me defiendo en mi trabajo, llevo bastante al día los quehaceres domésticos, formo parte de diversas asociaciones del barrio y por lo general me definen como una persona dispuesta... ¿Cómo es posible entonces que todas las mañana sin excepción me colapse y no consiga salir de casa sin estar al borde de un ataque de nervios? Cuanta más prisa doy a mis hijos, más lentos funcionan. ¿Lo harán adrede? ¿Por qué se empeñan en amargarme las mañanas? ¿Habrá algún truco que no he sabido aplicar?

 

 

 

I consider myself to be a capable person: I get along okay at work, cope well with my domestics chores, I´m a member of some diverse associations in the neighborhood and in general people describe me as a 'switched on' kind of person ... how is it then, that every morning without exception, things fall apart as I try and get out of the house and I almost have a nervous breakdown? The more I hurry my children, the slower they respond.. Do  they do it on  purpose? Why do they insist on ruinning my mornings?  Am I not applying some vital tactic?

           

 

 

 

 

 

Los psicólogos han descubierto algo que logrará tranquilizar a más de un padre: la velocidad del movimiento de los niños es inversamente proporcional al tiempo que disponemos los adultos. En otras palabras, cuanto menos tiempo tengamos nosotros, más tardará nuestro hijo en estar a punto. Así que si no logramos salir de casa tranquilamente por las mañanas no debemos maltratarnos en exceso pensando que no somos capaces. Se trata de una especie de "ley matutina" que se cumple casi siempre y que tiene algunas variantes curiosas:

 

  • El efecto que tienen nuestras palabras de apremio, tales como "date prisa" o "vamos a llegar tarde", sobre la velocidad del niño es precisamente el opuesto al esperado, es decir, sólo conseguiremos que vayan todavía más lentos.

  • Cuanto mayor sea la importancia y la necesidad que tengamos en llegar a una hora a algún sitio, menor será la probabilidad de que nuestro hijo esté listo a tiempo.

           

Bromas aparte, la culpa de este fenómeno de ralentización la tiene casi exclusivamente el estrés. ¿Quién de nosotros es capaz de funcionar bien en situaciones de mucho estrés? Una reacción que acostumbra a tener mucha gente ante el estrés es funcionar de forma más lenta para rehuir el encuentro con el problema. Por tanto, cuanto más estresados estemos nosotros por marcharnos, más despacio funcionará nuestro hijo, más nerviosos nos pondremos nosotros, más despacio aún responderá él y así hasta que lleguemos todos al borde del ataque de nervios, salgamos de casa echando chispas y no nos repongamos, con suerte, hasta media mañana. Total, un desgaste de energía y un acopio de mal humor que resulta fácil evitar.

 

La solución a este problema sólo puede ser una: reajustar los horarios para que podamos hacer las cosas con un poco más de tranquilidad. Debemos ser realistas y ser conscientes de nuestras posibilidades. Aunque claro está, esto supone muchas veces una carga extra para nosotros (levantarnos antes, dejar más cosas preparadas antes de irnos a dormir, etc.), pero no tiene por qué ser así, si lo vemos como un beneficio a corto plazo igual no atisbamos las ventajas, pero está demostrado que a largo plazo mejora la calidad de vida, no solo de nosotros, sino de nuestros hijos también, lo cual aumenta la importancia de esta labor de reajuste que debemos ser capaces de hacer. Es más, impliquemos a nuestros pequeños “príncipes” en esta historia, todos queremos tener responsabilidades en la vida, sobre todo si éstas están bien valoradas, pues no esperemos más, hagámoslos responsables también a ellos de su tiempo, de llegar a su hora a sus obligaciones, y de tener sus cosas preparadas.

 

Si una hora por la mañana no nos da ni para sacar a nuestros hijos en pijama de casa, tendremos que replantearnos la situación. Y si darles prisa, gritarles y amenazarles no nos da los resultados que deseamos, tendremos que cambiar de táctica. Por ejemplo, podemos hacer que nuestros hijos se vayan a dormir un poco antes para que así puedan levantarse media hora antes. Esa media hora quizás pueda ahorrarnos mañanas de gritos, mal humor, comentarios injustos y días de llegar tarde a todas partes.

 

De la misma manera podemos analizar qué otros ajustes podemos hacer en el horario o en nuestras actividades para dejar libre más tiempo por las mañanas: quizás dejar preparados los bocadillos en el congelador, bañar a nuestros hijos por la noche, levantarnos nosotros un poco antes para luego ayudarles a ellos, etc. Y sobre todo, hacer de este horario una rutina, algo que ellos interpreten como normal, que automaticen en su día a día, porque eso es precisamente lo que nos ayudará a no tener que recurrir al apremio, al grito, al enfado, para ver como hacen las cosas, y no solo por las mañanas, sino en cualquier momento del día, las rutinas no han de centrarse en una franja horaria en exclusiva, ni ser específicas de una actividad concreta, han de ocupar las 24 horas del día, y los 7 días de la semana, ahí radica la clave del éxito.

 

Estas medidas son una inversión a largo plazo. El estrés sólo provoca estrés, y vivir todas las mañanas de los días laborables con nerviosismo y prisas no es bueno en absoluto ni para nosotros ni para nuestros hijos. La verdad es que si continuamente vivimos unas mañanas plagadas de peleas, podemos llegar a tener problemas domésticos y de relación entre nosotros. Y en cuanto a la educación de nuestro hijo y a su correcto desarrollo, es tan importante que duerma correctamente como que se despierte tranquilamente y sin sobresaltos. Despertarlo de golpe y con prisas lo predispone a pasar un mal día, nervioso, cansado, irritable e incluso angustiado. Pensemos que los niños (también los adultos, aunque ya nos hemos acostumbrado a no hacerlo) necesitan un poco más de tiempo para pasar del estar dormido al estar despierto. Por ello es recomendable a la hora de despertarlos (cuando no es el caso del típico niño que está de punta a las 7 a.m. sin que nadie lo tenga que despertar, ya sea lunes o domingo), entrar a la habitación, abrir la puerta, cortinas y ventanas, dejar una pequeña luz encendida, etc. A los 5 minutos volver a entrar, esta vez hablándole para que se despierte, con frases del tipo, “Alejandro buenos días, hay que despertarse ya”. Dejarle otros 5 minutos para que su cuerpo se vaya acostumbrando, y volver a entrar esta vez para estimularlo físicamente, tocarlo, destaparlo, hacerle cosquillas, besarlo, etc. En todo ese tiempo, además de que podemos aprovechar para preparar el desayuno, vestirnos o asearnos nosotros, dejar el material de trabajo listo, etc., habremos conseguido que nuestro hijo tenga un buen despertar, y estará más y mejor predispuesto a colaborar para que la rutina establecida por la mañana funcione correctamente y podamos llegar a tiempo tanto al colegio como a nuestras respectivas obligaciones laborales o personales.

 

También podemos utilizar otras estrategias compensatorias, como elogiar a nuestros hijos cuando muestren una conducta consecuente con el hecho de estar listos, prepararles su "bocata" favorito si esa mañana en especial deben correr un poco más y ellos se esfuerzan, o disfrutar todos juntos de un gran almuerzo familiar en pijama los fines de semana.

           

Comprobemos que nuestro hijo no esté haciendo el remolón por las mañanas para llamar nuestra atención. Si por mucho tiempo que le damos para que se levante tranquilo, no vemos que él cambie su forma de comportarse y se sigue quedando en la cama esperando que entremos continuamente en su cuarto para avisarle que ya es la hora, seguramente lo está haciendo para llamar nuestra atención. Si sospechamos que éste puede ser el caso de nuestro hijo, comprobemos que pasamos suficiente tiempo con él y que le estamos dando la atención que él necesita. Si no es así, deberemos buscar momentos y/o actividades para compartir con nuestro hijo y evitar que desee nuestra atención "precisamente" a esa hora del día en que no podemos prestársela incondicionalmente, para eso es clave el establecimiento de rutinas y su seguimiento y realización (dedicar todos los días al menos una hora para compartir una actividad de juego, lectura o paseo con nuestros hijos). Si supiéramos lo importante que es esto, si de verdad llegáramos a ser conscientes de los problemas que nos evitarían en un futuro este tipo de acciones en relación a conductas disruptivas en nuestros hijos, seguro que hacíamos por cumplirlo más estrictamente.

           

También puede ser que nuestro hijo "pase de todo" y que no es que le cueste levantarse por la mañana, sino que no le da la gana hacerlo. En ese caso podemos probar alguna medida un poco más drástica que le sirva de "lección", como dejarlo sin desayuno, salir de casa sin peinar, etc. Pero sobre todo, y principalmente, si nuestros hijos son de aquellos que se distraen con el vuelo de una mosca, no los sobre estimulemos con el contexto si queremos que hagan las cosas a tiempo, es decir, y esto lo vamos a entender todos, NO LES PONGAMOS LA TELEVISIÓN POR LAS MAÑANAS!!!

           

Es lógico pensar que si nuestro hijo “pasa de todo”, “se distrae con facilidad” o simplemente “le encanta ver la televisión y más si son dibujos animados”, no estaremos en la mejor situación para pedirle que haga nada por nosotros, ni por él mismo, él ya lo está haciendo, está haciendo lo que más le gusta, estar sentado en el sofá viendo la televisión. Si además tiene esa norma establecida en casa (la de no poder ver la televisión por las mañanas entre semana) y se la salta a la torera, ¡señoras y señores!, apliquémosle consecuencias por ello, y las consecuencias no han de ser gritarle, pegarle, o quitar la televisión sin más, no, hay por supuesto que quitar la televisión inmediatamente, pero hay que dejarle muy claro que, por ejemplo, esa tarde ya no tiene posibilidad de ver la televisión en el horario establecido para ello, pues ha agotado ese tiempo saltándose la regla de poner la televisión por las mañanas, cuando él sabe de sobra que es algo que no se hace más que en los fines de semana. De esta manera estaremos educando a nuestros hijos en la importancia del deber y cumplimiento de normas, y por supuesto, en lo que aquí nos atañe, en el establecimiento de unas rutinas correctas y armonizadas.

 

Reflexión final

           

Cuando tenemos prisa por las mañanas, de nada sirven las palabras de apremio como "date prisa": nuestro hijo no hará sino moverse más lentamente. Por lo tanto, cuanto más estresados estemos nosotros por marcharnos, más despacio procederá nuestro hijo, más nerviosos nos pondremos nosotros, más despacio aún responderá él y así hasta que lleguemos todos al borde del ataque de nervios, salgamos de casa echando chispas y no nos repongamos en todo el día. Total, un desgaste de energía y un acopio de mal humor que resulta fácil evitar.

           

La solución a este problema sólo puede ser una: reajustar los horarios para que podamos hacer las cosas con un poco más de tranquilidad. Quizás hacer que los niños se acuesten antes y se levanten más temprano nos puede ahorrar mañanas de gritos y nervios. También podemos analizar qué otros ajustes podemos hacer para tener más tiempo por las mañanas, como por ejemplo hacer a nuestros propios hijos más responsables de que eso ocurra, hacerles protagonistas de ese despertar.

           

Debemos pensar que el estrés sólo provoca estrés, y vivir todas las mañanas de los días laborables con nerviosismo y prisas no es bueno ni para nosotros ni para nuestros hijos. Y en cuanto a la educación de nuestro hijo y a su correcto desarrollo, es tan importante que duerma correctamente como que se despierte tranquilamente. Todo esto se acentúa más si tenemos en cuenta que la forma de afrontar un día, tanto para un adulto como para un niño, dependerá mucho de la forma de iniciarlo que haya tenido, así que mejoremos nuestra calidad de vida en las primeras horas del día, eso probablemente nos ayudará a tener un mejor día a todos.

 

 

Francisco J. Ruíz Molina 2007

© 2013 by Francisco Ruiz. All rights reserved.

bottom of page